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Da Vinci cubano

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viernes, septiembre 07, 2007

Miguel Barnet

Miguel Barnet viene de la escuela de Orígenes, de Lezama de Fernando Ortíz. De estudiarle a Cuba su letra y calor más hondo. De seguir la vida identificada con los poros de esta tierra nuestra rodeada de mar e historia con un fuego intenso que la literatura ha marcado al lector nacional y foraneo, virgen y comprometido. Es difícil conocer su labor de letras o investigación y no seguirlo. yo los llevo por aquí
Tomado de: http://www.cubarte.cult.cu/

“yo hablo ahora del cuerpo
de la cáscara del cuerpo
del alma del cuerpo tendida sobre la carne
como una gran hoguera
del cuerpo como hálito
del cuerpo como sombra
como soledad”.

Maestría y habilidad en cada texto que consume, a veces, como le pasa al escorpión, su autocrítica, más bien imágenes devastadoras ante el mundo, sobre el rejuego de las máscaras utilizadas en el proceso de vivir. Pero su propio rigor poemático nos lo propone, no como un ordinario de su especie, sino como un cuestionador de la existencia que posee sus propios laberintos filosóficos:

“!ah! crispadura del mundo
ancla mi corazón a la roca de Patmos”.

En este libro hermoso y cohesionador como si se tratara de esos pequeños pianos portátiles que se hacen para sonar por medio de un cilindro con púas movido por un manubrio, cada texto razona, como si se previera el fin de todas las cosas,
las fórmulas de vida y muerte, y sin grandes alegorías exageradamente ornamentadas con impudicia, se aprecian, como si se tratara de soltar pajarillos al aire, el amor y la nostalgia que ese amor provoca en el poeta que percibe por todos sus sentidos la rapidez con que pasa el tiempo, y lo veloz de los horizontes finales.

Pasión por la verdad del hecho trasuntado, Miguel Barnet nos impregna con imágenes presionantes, en relación a lo que describe, de un mundo develado, de un Mundo Nuevo que no habíamos visto porque sus ojos con una penetración
particularísima, resisten el envés de las cosas, y así las muestra, con respiración de felino que ha cazado lo más difícil de un acto.

Y también en sus textos hay un nuevo París: lo epidérmico se aleja de sus descripciones. El establece diálogo con la ciudad captando el decursar de sí mismo dentro del Mundo de luces y bulevares:

“Mi propia vida me va siendo ajena
no juzgar me permite
cruzar los puentes sin mirar atrás
pasear sin memoria la ciudad
y quedarme a solas con su heroica ceniza”

Versos construidos con el carácter propio que da a sus obras el artista, la belleza como acto de fijeza absoluta, sitúa el libro entre la más importante bibliografía poética Editada en el año 2006 por Letras Cubanas (. . .)

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