Luis Suardíaz
Cada cosa en su momento. Sólo que a veces se escapan momentos irrecuperables como haber conocido a Luis Suardíaz y dejarlo pasar.
Debí aprovechar más su urgencia de vida, pues, él sabía que se le acababa y yo apenas lo supe cuando lo perdimos físicamente.
Siempre hay tiempo y tiempos: como el de su obra, el de su poesía, el de su presentación limpia, rápida, sin miramientos y el acercarse a mí, presentarse sin más y entregarme una de sus frases, dándome entrada a la poesía que hoy compartiremos.
En mi libreta de direcciones escribió entre teléfonos: Muero como he vivido, por encima de las posibilidades.
De su poesía un regalo:
Los clásicos laureles y los almácigos de la ciudad
caminan hacia los transeúntes. La noche reciente es
de un extraño violeta y será de un azúl relampagueante,
cuando resuene el golpetazo de las nueve. El invierno trajina
en las cúpulas predominantes y en los sótanos.
Está más alto que nunca el cielo.
Acaso es el momento de atosigar los pájaros dormidos,
bajo las ramas colmadas por la lluvia. Las ramas metálicas,
resonantes, de árboles cuyo nombre un día aprenderemos.
Aunque no habrá otros pájaros que tus manos no otro color
sino el tuyo entre las hojas. Una hoja cálida y fría
anda dentro de mí temblando y es tu ausencia.
Mejor será adentrarse en la sombre propicia de las cafeterías.
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