Mi profesor
Luis Sexto algunas veces me ha dado clase. Tantas que ya no sé cuantas y me alegra porque siempre se aparece carismático con el andar apasionado del que analiza una frase en el camino. Piensa escribiendo y habla desde la pasión como en el programa Con la Manga al Codo de la COCO.
Él le sabe al latín y a lo retórico de la palabra. A ella la pasea por sus textos con la libertad de quien se la conoce desde chiquito y la domina.
Por eso recorre ya más de un país para mostrar cuanto de literatura hay en la hechura del periodismo o el periodismo literario que ronda a sus alumnos, sobre todo a quienes lo miran fijo durante las clases o hace que miran para en realidad perderce en sus ojos o más allá, en su propia construcción babélica.
Del profe, como le digo, se pueden contar tantas cosas como palabras existen sin sonar exagerado. Él no se repite. Vive su propia historia, la hace, la cuenta o te escucha enebrando tus ideas con las que se le agolpan en su continuo ejercicio de redactor o de conocerle a la vida, que no muy buenas se las ha hecho pasar.
!Ay!, si lo vieran comentando y sacando desde las vísceras el por qué de su explicación. Se exacerba y empina su retórica con cualquier tema. De frente, como quien ya no tiene nada que temer y en ello le fuera la existencia.
!Vaya hombre!
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