La zaga de un derecho
Por: MonguiFoto Ismael Almeida
Yoshiro pudiera ser como tú, con la diferencia de que vive en Japón y se ha convertido en un hikikomori, es decir, un chico adicto a Internet y a los videojuegos de tal manera que solo sale de su cuarto cuando va al baño o a la cocina. Esta enfermedad afecta a miles de adolescentes de su país, sobre todo tras algún fracaso escolar debido a la férrea estructura educativa en esa nación asiática.Demetrio, quien vive en los Estados Unidos, también podría ser como tú, pero con sus 14 años dejó de asistir a clases después de que sus padres decidieran pagarle un maestro particular ante la violencia desatada en muchas escuelas norteamericanas.Tampoco tienen derecho al desarrollo y a la participación cientos de miles de niñas, niños y adolescentes de Latinoamerica y África, donde son obligados a trabajar, prostituirse e, incluso, integrar bandas paramilitares. Afortunadamente la realidad en Cuba es distinta.El proyecto cubano, participativo en esencia, enseña desde temprano a sus pequeños a ejercer la democracia y la expresión. Las celebraciones de congresos pioneriles a distintos niveles, únicos en el mundo, son claro ejemplo de ello.Nuestros pioneros, con el aprendizaje en su organización estudiantil, realizan sus propias elecciones anualmente, hacen valer sus derechos y conocen sus deberes ciudadanos.Ellos no tienen razón para, como Yoshiro o Demétrio abandonarse dentro de la casa; ni como los miles de pequeños de Latinoamérica o
África, dejar que los exploten. Ellos saben exigir sus derechos, porque la propia sociedad cubana los prepara desde el proceso docente-educativo, en el cual los menores tiene resguardo legal para sus criterios.Ellos saben que sus opiniones no solo son respetadas, sino tenidas en cuenta para el desarrollo de la sociedad.
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