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Da Vinci cubano

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jueves, febrero 02, 2012

Asma en Cuba

Hace más de 25 años comenzó un proyecto que dió paso a un libro: Ud. puede vencer al asma, su autor Orlando Licea. Les presento un capítulo del libro.

El Asma en la Edad Adulta.

. . .Todo lo dicho en el caso del asma en las primeras edades, sigue siendo válido en el asma adulta, con la diferencia de que la fuente originaria de la expectativa crónica, en lugar de ser las relaciones educativas, son en este caso, generalmente, las conyugales, que pueden estar mezcladas, en mayor o menor grado, con las familiares y laborales.
Es conocido, que el asma, en la segunda etapa de la vida, es más frecuente en las mujeres que en los hombres. Este hecho epidemiológico podría ser consecuencia de una frecuencia mayor de relaciones inestables, con carga de culpabilidad, ambivalencia y los demás componentes de la relación educativa asmogénica hacia la figura femenina, en la relación afectiva fundamental del adulto, el matrimonio.
Y efectivamente, en las condiciones habituales, es más probable que sea el hombre quien transmita informaciones ambivalentes hacia la mujer, tomando en consideración que ellos son los que mantienen las prerrogativas que una “libertad sexual” determina.
En el hombre se encuentra escindida, y también en la mujer, aunque en un sentido diferente y opuesto, la sexualidad. Se trata de la ruptura de la unidad, entre el amor y el sexo. Esta ruptura se intenta compensar de alguna forma, en ambos casos lo que debía buscarse unido, se intenta encontrar separado.
En la mujer doméstica, el hombre busca la madre, los valores clásicos de la esposa convencional, la fidelidad, la honestidad, el cuidado de los hijos y la familia. Sin embargo, teme y rechaza las búsquedas eróticas, la aventura, la comunicación total, la entrega plena y sin reservas, este otro aspecto de la satisfacción sexual se buscará activamente fuera del matrimonio, desde el comienzo mismo de la unión legal, pues se sienten autorizados por la cultura para ello.
Esta búsqueda activa y la consecuente insatisfacción que siente en ambas relaciones, van a determinar un estado afectivo ambivalente, que se comunicará por los canales del primer sistema de señales. La comunicación de este estado va a ser semejante a la que produce la madre del asmático en cuanto a sus características fundamentales por lo que producirá una expectativa en la pareja, determinada por la interrogante sin solución, ¿Me quiere o no me quiere?
La mujer, por su parte, educada para el matrimonio y la fundación de una familia. Sometida a una especial interdicción para que se cumpla este objetivo, va a estar escindida en un sentido opuesto, buscará en su pareja conyugal precisamente lo que este no está dispuesto a ofrecer: Placer, aventura, comunicación total, sexo y diversión. Pues en su familia de origen tiene suficiente carga de los demás elementos que conforman la unión, es decir afecto, deber, educación, normas éticas etc. Aquí se produce el conflicto fundamental, ni el hombre cumplirá con las expectativas de la mujer ni esta con las del hombre, este conflicto se va a desarrollar en dos etapas.
En una primera fase que pudiera denominarse de ilusión (generalmente se va al matrimonio ilusionado, que no es lo mismo que enamorado), la mujer espera y expecta que su pareja va a satisfacer tanto el aspecto erótico, como el sentimental o afectivo del amor. Las dudas, los desengaños y sufrimientos que conlleva el comprobar que esto no es así, pueden ocasionar entre otras reacciones al desarrollo de una expectativa crónica, capaz de manifestarse en crisis de asma.
En la segunda fase, generalmente después de los treinta o treinticinco años, al comprobar fehacientemente que la situación no va a cambiar, y cuando los hijos ya van alcanzando cierta madurez, viene la fase que podríamos denominar de protesta activa, en la cual predomina una especie de deseo de venganza inconsciente, manifestado en discusiones por asuntos banales, peleas sin fin, nerviosismo y otras reacciones, en ocasiones se producirán búsquedas fuera del matrimonio que no van a atenuar la situación. En esta etapa la mujer va a ser más bien asmogénica, es probable que el asma que comienza después de los cuarenta años sea más frecuente en los hombres.
A algunos, las afirmaciones precedentes les producirán una especie de shock, por lo que va a resultar necesario entrar en explicaciones complementarias. Cuando tratamos acerca del matrimonio, lo comparamos a una sociedad en miniatura, con un carácter doble y una especie de misterio acerca de su naturaleza verdadera. El matrimonio es la base de la familia en la sociedad de clases y núcleo fundamental de las relaciones enajenantes, no fue por azar que Engels le dedicó un estudio especial, vinculándolo muy estrechamente a la propiedad privada y el estado.
Si lo anterior es cierto, entonces ha de existir todo un montaje cultural que garantice el cumplimiento de sus funciones a toda costa, y un conjunto de elementos que pongan al desnudo su naturaleza enajenante y enfermiza, en las condiciones habituales.
José Martí realizó profundas y exactas reflexiones acerca del tema, veamos:
“La cuestión en la vida está reducida a una simple frase: - O hacer víctima, o serlo. Los hombres se agrupan, según tiendan a hacerlas- egoístas; o a serlo- mártires; o a hacerlas y serlo modestamente, sin crueldad ni abnegación señaladas, - indiferentes. Los egoístas, al fin, combaten. Los indiferentes son esa gran masa inerte y fuerte, opuesta a todas las transformaciones naturales en los diversos grados de desenvolvimiento de la vida. –Siente un hombre una simpatía viva, - o aguijoneado del deseo, idealiza un cuerpo, - o, agitado por la imaginación, se jura a un ser bello. Contrae amores: liga a sí una existencia. Despierta esa hermosa creencia de amor, que da la vida - y cuyo desvanecimiento – si no al cuerpo- al alma da la muerte.- Pero el amor, que absorbe toda la vida de la mujer, no puede absorber igualmente la del hombre. Si afloja este, sin embargo, los lazos contraídos –mata la ventura, y la virtud tal vez en la mujer que le ama.-
¿Debe girar en torno a aquella luz, esclavo de ella, por él encendida?-
¿O apagarla brutalmente? –O se hace la víctima- o se es víctima.” (120 Tomo 21-241)
“Las familias se cimientan de parte del hombre en una imperfecta necesidad de compañía, o en una exigente atracción física y del lado de la mujer en el goce de entrar a disponer de más amplio peculio.” (120 Tomo10-63)
No resulta necesario seguir insistiendo, aunque podría dedicarse un capítulo al tema, la guerra de sexos no es una falacia ni una metáfora, es una realidad, y como toda guerra, cobra sus víctimas, esta es, - sin embargo- una guerra muy especial, todo el que entra en ella sale lesionado, en el cuerpo o en el espíritu.
El matrimonio no es un acto, sino todo un proceso, en el cual intervienen las dos familias involucradas, el estado y la religión con el objetivo de que se cumplan sus requerimientos y que nadie escape con facilidad de sus fronteras.
Las despedidas de soltero o soltera constituyen actos interesantes, cargadas de erotismo, en el caso de los hombres como despidiéndose, y en las mujeres como entrando, a su disfrute. Lo que constituye en ambos casos una ilusión, ni el hombre se despide de su sexualidad ni la mujer va a disfrutarla y compartirla, al menos en un por ciento importante de casos.
El acto matrimonial solemne, civil y religioso, pone los puntos sobre las íes en relación con las verdaderas reglas de la unión. Y ambas familias se disponen a ejecutar su función de mediadoras.
La luna de miel es un paréntesis para que la pareja integre el erotismo con la intimidad y la espiritualidad En la primera fase, ambas familias han de hacer lo posible para que esta situación se prolongue el tiempo suficiente. Es la época de oro de la relación, del disfrute máximo, aunque, producto de la poca preparación para el amor, ya desde entonces comienzan las frustraciones de algunos.
El objetivo inmediato es que lleguen los hijos, es el fin social e individual del matrimonio, cuando el primero haga su aparición, las cosas muchas veces van a cambiar drásticamente por todas las partes.
Los suegros y suegras juegan un papel especial, se dice que cuando se casa un hijo, la familia de origen lo pierde, y cuando es una hija la que contrae nupcias se incorpora uno nuevo. Esto, aunque a la larga se vuelve cierto, no ocurre sin pugnas. No deja de ser una reminiscencia del matriarcado, en una sociedad patriarcal, el hijo que se gana es un advenedizo, al cuál jamás se le tratará con profundo y verdadero afecto, por mucho que se intente por parte y parte, ya que constituye un potencial elemento perturbador de las normas anteriores. En el caso de la familia perdedora muchas veces va a asociar a la esposa con una usurpadora de los derechos familiares de origen, sobre todo en los casos en que exista dependencia afectiva, en los cuales están incluidos los asmáticos.
Al principio el hombre mantiene estrechos lazos con su familia de origen, hasta que con el tiempo, se aflojan, y la mujer asume el papel de “coordinadora afectiva” entre ellos, lo que ocurre con más o menos tensión. La reminiscencia matriarcal se actualiza
La mujer sigue vinculada afectivamente a su familia de origen, a la cuál nunca deja de pertenecer, y tendrá que mediar en las tensiones que se susciten entre esta y el esposo, como una especie de representante de sus intereses. Ante esta situación el hombre muchas veces elige un papel pasivo, distanciándose de los asuntos domésticos y familiares de los cuales se siente ajeno, o intentará una y otra vez imponer su autoridad, (la esposa se las arreglará para lograr que parezca “como si” realmente la tuviera aunque ambos saben que no es cierto) y hasta suplantar a la mujer en sus funciones, aunque esto último con menos frecuencia.
El resultado de todos estos procesos conjugados será una pérdida cada vez mayor del equilibrio entre lo natural, lo afectivo y lo sexual en la relación de pareja, el hombre pierde en comunicación, afecto e intimidad, hasta convertirse en una especie de “extraño” en el mundo familiar, de aquí el celo muchas veces sentido hacia los hijos, quienes aparentemente le “roban” la atención afectiva de la pareja.
Esta pérdida depende de la inicial ruptura entre lo sexual y lo afectivo, que es compartida, si el hombre se niega y se distancia sexualmente, la mujer lo hace afectivamente. Incluso cuando se hace el esfuerzo por cualquiera de las dos partes la otra sentirá algo “falso” el sexo o el afecto, por que, previamente, se rompió la capacidad para el amor sexual, por parte de la cultura y la educación familiar.
De aquí el hambre de afecto del hombre, y de sexo de la mujer promedio en las culturas de clase, y la incapacidad de ambos para satisfacerla, el hombre buscará satisfacer el afecto en el sexo, y la mujer el sexo en el afecto, lo que en ambos casos resulta imposible. De aquí que el complejo de Edipo sea eminentemente sexual y el de Electra afectivo, son las carencias femeninas y masculinas, proyectadas hacia, y asumidas por, los hijos.
De aquí que la mujer se excite fácilmente y le cueste, sin embargo, llegar al orgasmo, y que al hombre le ocurra lo contrario, pues la excitación constituye el componente comunicativo del amor sexual y el orgasmo su contraparte erótica, que los orgasmos simultáneos sean tan poco frecuentes, y, en general, que el verdadero disfrute del amor sexual sea un hecho relativamente raro.
Si la prostitución social constituye una característica de las sociedades de clase, hay que incluir la prostitución doméstica, tan frecuente como la anterior. En ambos casos, la mujer se entrega por factores instrumentales, en uno por dinero, en el otro por la estabilidad conyugal, por los hijos, por la familia y hasta por el disfrute material. Y siempre va a sufrir la vitalidad de ambas partes.
Ni la mujer busca un hombre “bueno”, ni el hombre una amante eficaz. Lo demuestran los fracasos conyugales, y la poca estima que sienten hacia sus respectivas parejas, cuando logran obtenerlas con estas condiciones, la mujer no soporta al hombre que la suplanta en el hogar, que es un modelo racional de comportamiento hogareño, el hombre, por su parte, recelará de la pareja que se muestre demasiado activa sexualmente en el hogar.
En los últimos tiempos, producto de un nuevo error de enfoque, se ha querido salir de esta encrucijada con una especie de inversión de los términos, la mujer comienza a asumir posturas de búsqueda erótica, relaciones fuera del matrimonio, promiscuidad, variaciones sexuales y otras, con lo cual sólo se logra invertir la polaridad de la enajenación. Hombres y mujeres buscan simplemente amor sexual natural, y cuando encuentren la forma de alcanzarlo, se producirá la verdadera y necesitada revolución sexual, y esta búsqueda ha de ser más hacia adentro que hacia fuera, hacia el desarrollo de la espiritualidad, de la admiración y el respeto recíproco, hacia la aceptación incondicional, la comunicación total y la verdadera intimidad. Y ha de incluir una nueva forma de educar, y de valorar las actitudes de ambos sexos.
Por cierto, las estadísticas parecen demostrar que el afecto prima sobre el sexo, a juzgar por la mayor expectativa de vida de las mujeres en las culturas de clase, un elemento más de la guerra de sexos, una escaramuza en que las mujeres logran una victoria indiscutible.
La cultura, a través del lenguaje, se las ha arreglado para hacernos conocer estas realidades, le llama esposa a la contraparte femenina del matrimonio y esposas al instrumento que se utiliza para limitar el movimiento de las manos de los reos, ilusión al sentimiento que acompaña (sobre todo a la mujer) al matrimonio e ilusionismo a la técnica que utilizan los magos para engañarnos en el circo, basten estos ejemplos para hacernos pensar en el tema.
Mucho queda por decir, y mucho por investigar y precisar, sólo enfrentando valientemente la realidad podremos encontrar las vías para alcanzar la plenitud vital de hombres y mujeres. Entre las significaciones que se le atribuyen al asma, está la de amor que sofoca, negación de la libertad personal o sacrificio de la misma, y el pulmón simboliza la capacidad de aceptar la vida, así que el asmático es un rebelde que no acepta las condiciones que le han sido impuestas, pero que equivoca el camino de superación de las mismas.
Las madres tienen la posibilidad de depositar en los hijos sus conflictos de pareja, lo que disminuye la potencial frecuencia del asma en las niñas. En los cursos para asmáticos, hemos observado en ocasiones un inicio del asma en las madres luego del cambio en el estilo de enfrentamiento con sus conflictos.
El embarazo constituye un momento muy especial en la dinámica de la evolución familiar. De acuerdo a la significación, y a los mecanismos que la futura madre utilice para canalizar su situación vital, el asma puede empeorar, (si las actitudes de la pareja refuerzan la expectativa), o mejorar, (en el caso de que las actitudes de la pareja se hagan menos ambivalentes).
Una vez más estamos tratando acerca de situaciones típicas, la riqueza de motivos que pueden provocar una expectativa crónica es tal que abarcaría volúmenes completos. En determinado momento, la relación con los hijos puede tornarse ambivalente, o retornarse a una situación de dependencia infantil con los padres. El mundo mismo puede tornarse ambivalente, sea en el trabajo, la producción artística y científica, y cualquier otra en la que el individuo ponga sus ansias.
En la soledad absoluta, o en la rebelión definida, los recuerdos o el hábito dependiente, pueden tornarse factores asmogénicos. El tratamiento mismo puede favorecer la presencia de reacciones expectantes y ambivalentes. En todos los casos existirá una sensibilidad especial aprendida, un rechazo a ciertas características de uno mismo o de la realidad, y una disminución de la libertad de respuesta personal existencial, potenciada por la variabilidad y complejidad de los estímulos vinculados a la situación vital.
Todos los hombres y mujeres están sometidos a situaciones asmogénicas de forma cotidiana, sin embargo, sólo los asmáticos son sensibles a ellas, las rechazan, sienten limitada su libertad personal y sus aspiraciones de plenitud, y luchan por modificarlas.
Y es que el asmático se encuentra atrapado en la dicotomía realidad existencial; apariencia existencial; comunicación por el primer sistema de señales y por el segundo sistema, por la visión de los ojos y la percepción del corazón, por la esencia y la apariencia. Al extremo de que va a oscilar entre la certeza de su razón vital y la seguridad de que puede actuar en consecuencia, y la postración que una profunda sensación de culpa le produce, por haberse cuestionado a los seres que más le quieren en el mundo.
Lo anterior explica las oscilaciones maníaco depresivas observadas, (370-558) la vitalidad, que es intensa, lo mismo va hacia fuera que hacia adentro, y en el balance real se anulan una a la otra, es decir, queda inmóvil y cada vez más limitado.
La vida del asmático crónico se convierte, poco a poco, en un imponer e imponerse limitaciones, en un afán de controlar y orientar la vida propia y la de los demás, en una merma sistemática de la libertad personal y la capacidad de la certeza acerca de cuestiones tan importantes como la significación de los mensajes afectivos que recibe, el gran dilema -¿Me quiere o no me quiere?-. Con su correspondiente -¿Le quiero o no le quiero?- Sin solución posible a partir de que el término querer está mal concebido.
Vista la situación desde una perspectiva externa, sea material o comunicativa, el asmático quiere y es querido sin discusión, sin embargo, visto desde dentro de uno y otro, y de lo que en la intimidad se siente no es así. De aquí el miedo a vivir plenamente, a valorar todos los elementos, a recibir y dar afecto de forma abierta y libre, y una especie de coraje encerrado en el pecho que provoca la sensación, a veces profunda e inconsciente, de que se está, - o lo están -, engañando, o ambas.
Ante esta contradicción insoluble, el asmático va a optar por uno de los extremos de la contradicción, con idéntico significado o resultado, o desarrolla una especie de neurosis de espera. (84) Una búsqueda activa de índices que anticipen las crisis, con una observación constante de sí mismo y del entorno, observación centrada en las crisis de asma, y no en sus relaciones afectivas, que teme y se niega a considerar, pues en esta esfera “no tiene dificultades, sino al contrario”.
En el otro extremo encontramos un desafío, casi suicida, a todo lo que conduce al miedo, y una tendencia a escapar cuando no resulta su estrategia.
En el asmático existe una capacidad inusual para la solidaridad y el apoyo a las demás personas (124-66), esta tendencia a dar de sí, ha sido explicada como una búsqueda de afectos alternativos y por un aprendizaje que los capacita para saber posponer sus satisfacciones en aras de valores colectivos.
La tendencia a sentimientos de culpabilidad, la tentación a romper con normas establecidas, el miedo a las consecuencias de un escape de su rebeldía potencial, incluyendo la sexual, la tendencia a dominar, el temor a morir, la espera angustiosa de las crisis y otras características derivadas de la situación asmogénica original han sido señaladas por diversos autores. (84) (124) (308)
La homeopatía caracteriza a los asmáticos de la siguiente forma. (384) Movimientos tardos y pesados, se encolerizan fácilmente, llenos de deseos, agotados, intoxicados, mirada triste, agitados, indolentes, y de mentalidad muy desarrollada.
En nuestro criterio, el conflicto básico del asmático puede manifestarse en una gran variedad de alternativas, lo importante es cómo enfrentar el problema para encontrar una solución eficaz.
En este sentido, lo primero y más importante consiste en tomar la decisión de curarse, tener confianza y fe en las posibilidades de lograrlo, y comenzar un proceso de aprendizaje en función de alcanzar la meta ansiada.
El descondicionamiento de los aerosoles presurizados, el aprendizaje de nuevas formas de contacto emocional, tanto con la pareja, como con otras figuras importantes, la adopción de una postura de búsqueda activa, en sustitución de la inacción, la decisión de cambiar el estilo de enfrentamiento emocional tanto con la enfermedad, como consigo mismo y con el mundo, abandonar las posibles ventajas secundarias de la enfermedad, el conocimiento y la aceptación de sí mismo y los propios impulsos, el aprendizaje de la autoestima, la consideración y el amor hacia sí mismo, han de formar parte del proceso rehabilitador.
En este sentido es útil recordar que el hombre además de las necesidades biológicas, - alimentación, vestido, vivienda, medicamentos- tiene necesidades psicológicas y sociales tan importantes como las anteriores, - amor incondicional, aceptación, independencia, libertad personal, apoyo social, intimidad, comunicaciones claras, seguridad, estabilidad, igualdad, despliegue de las potencialidades humanas, contacto con la naturaleza- que debe satisfacer a través de acciones concretas, actividades sociales y comunicación adecuada consigo mismo y con los demás.
La enfermedad hay que desafiarla, hay que aprender a conocerla, a enfrentar las crisis con otra filosofía. El símil con un soldado que se entrena para el combate, con la firme decisión de vencer parece adecuado.
Resulta necesario alcanzar una forma de amar diferente, sin cólera, ansiedad ni miedo a la separación, un concepto de la felicidad como un modo de andar y no como una meta fija. Abrir los poros afectivos, considerar desde una óptica nueva las relaciones con los demás y modificarlas cuando resulte necesario, entrenar los órganos de los sentidos, disfrutar el paisaje, la música, los amaneceres y atardeceres, en fin, trabajar sobre nuestra sensibilidad natural.
Las crisis deben ser analizadas a fondo, cada crisis plantea un problema importante de tipo relacional, que se debe resolver. Pensar más en los afectos y menos en los síntomas, buscar nuevas rutas y desafíos para la vida.
Abandonar la ira y el resentimiento, la ironía de la ira es que nunca llega a cambiar a los demás. Convencerse de que la estabilidad y la seguridad absolutas son para los cadáveres, que la confianza en sí mismo es la única seguridad verdadera. La alegría, el regocijo por los hechos cotidianos y el desarrollo y crecimiento personal son medicamentos muy eficaces.
Abandonar las excusas para no empezar a cambiar, la vida es constante movimiento, no cambiar es empezar a morir. El conflicto entre adhesión y separación de figuras importantes ha de ser enfrentado y resuelto adecuadamente. Las ideas de culpa, pecado, chantaje afectivo etc. han de ser abolidas en nuestras consideraciones.
Utilizar el pasado adecuadamente, sólo como objeto de experiencia, hay que saber perdonar y olvidar los hechos que en un momento pudieron lesionar nuestra estima. Eliminar la hipersensibilidad hacia los mensajes negativos de los demás y responder a ellos cuando corresponda, sin la obsesión de tener todos los elementos, superar además la tendencia a tomar decisiones tremebundas.
Por último revisar la actitud y el temor a la muerte, esta no es más que “un compañero que te acompaña constantemente, puedes tener miedo a ese visitante o usarlo en tu propio beneficio, de ti depende la elección” (191-17), recuerda que “el temor a la muerte es peor que la muerte” (31) en lugar de morir, cada crisis te da la oportunidad de renacer. En el momento inevitable, “morir bien es el único modo seguro de continuar viviendo” (120 Tomo 1-427)

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